‘Pinocho’ somete a Guillermo del Toro a la prueba del tiempo

‘Pinocho’ somete a Guillermo del Toro a la prueba del tiempo
Foto: El País Periódico Digital / LOS ANGELES


LOS ANGELES | 17 de Octubre 2022 | 22:22 hrs.

El País Periódico Digital

En Cronos (1993), su ópera prima, Guillermo del Toro se forjó la fama de ser obsesivo con los detalles más pequeños. Para aquella película, el entonces novel director encargó a un joyero diseñar y fabricar el artefacto que daba la vida eterna y está al centro de la trama. El artesano hizo varias réplicas que, con el paso del tiempo y el despegue de la leyenda del director mexicano, se convirtieron en valiosos objetos del cine mexicano. Algunos de estos ejemplares fueron robados. Del Toro (Guadalajara, México, 58 años) ha dado nueva rienda a sus obsesiones con Pinocho, su primera cinta realizada con stop motion, una técnica de animación de marionetas que cambian de posición cuadro por cuadro. “Quiero decirlo pronto: la animación es cine, es arte. No es un género ni es para niños”, dijo el cineasta hace unos días en una conferencia con algunos medios, entre ellos EL PAÍS.

“El stop motion está en extinción perpetua porque toma mucho tiempo, toma mucho esfuerzo y es todo físico”, afirmó. El rodaje de Pinocho, que llegará a Netflix el 9 de diciembre, tomó 1.000 días y necesitó de la coordinación de equipos de especialistas en Portland, Estados Unidos, Manchester, en Inglaterra y Guadalajara, México. Aunque esta sea su primera película con esta técnica, Del Toro lleva vinculado a la animación desde hace una década. Ha servido como productor y director para los estudios Dreamworks, para quien ha hecho las series de Trollhunters y Cuentos de Arcadia.

La técnica ha hecho recordar a Del Toro sus orígenes. Fue la misma que utilizó en sus primeros cortometrajes. Pensó en debutar con un largo en este formato, donde los protagonistas fueran de arcilla. Sin embargo, alguien vandalizó el estudio de animación que tenía con su socio y destruyó un centenar de títeres mientras el director y su amigo veían Viridiana, de Luis Buñuel. Así que no le quedó otra opción más que comenzar con una producción de gente con carne y hueso.


Décadas después, Del Toro retoma al títere más famoso de la historia del cine. El cuento de finales del siglo XIX del italiano Carlo Collodi es una tentación difícil de evitar. Cuando Cate Blanchett rodaba Nightmare Alley y supo que era el próximo proyecto de su director, le pidió formar parte de él. El Gordo, como lo llaman, le dijo que estaba todo el pescado repartido, menos un papel. Le dio al mono, que no tiene un solo diálogo.

Pinocho es también tan familiar que puede llegar a ser trillado. 2022 ya vio una nueva adaptación del cuento, que comenzó a publicarse de forma semanal en el periódico. Disney lanzó en el verano una versión live action de la cinta de 1940. La película de Robert Zemeckis provocó casi unánime rechazo. La crítica echó en cara al director de Forrest Gump y Contact que su versión no aportara nada al clásico de la animación infantil.

Del Toro promete no caer en el mismo error: “Casi todas las versiones de Pinocho que hay son sobre la obediencia. La nuestra es sobre la desobediencia”, afirma el cineasta mexicano, quien codirigió la película con Mark Gustafson. “Hay algo muy bello en la historia de una marioneta que se niega a obedecer. Todos los demás se comportan como títeres, o se conforman. Esto, pero dicho con los títeres, es realmente algo mágico”.


Los primeros minutos de la cinta muestran una versión más rústica de Geppetto (David Bradley), un hábil carpintero en un pequeño pueblo italiano donde comienza a sentirse la llegada del conflicto de la Segunda Guerra Mundial. Las imágenes dejan claro pronto que es un hombre que vive el duelo por su hijo. “Lo seguimos mucho más en su pérdida, su dolor, su comprensión. No solo es un vehículo que sirve de figura paterna, sino que tiene mucho peso… Es uno de mis actores favoritos”, indica Del Toro.

El grillo, cuya voz corresponde a Ewan McGregor, es en cambio, un personaje más pesado y extraño, admirador del filósofo Schopenhauer. A diferencia de la cinta de Disney, es el insecto quien aprende humildad y fragilidad de la marioneta que cobra vida.

El cineasta tapatío considera que su Pinocho cierra una trilogía sobre la infancia y la guerra que comenzó con El espinazo del diablo (2001) y profundizó con El laberinto del Fauno (2006). “Todo es un huevo de Pascua, está lleno de detalles”, dice Del Toro, quien pide estar alerta a la aparición del ser fantástico que le valió su primera nominación al Oscar en uno de los momentos de la película y un guiño a La forma del agua, la cinta con la que triunfó en 2018 con dos premios de la Academia.

Todo en el Pinocho de Del Toro, como en Cronos, apunta al paso del tiempo. El cineasta afirma haber comenzado a desarrollar la cinta hace 14 años. La producción sufrió un impacto vital en 2009, cuando mete marcha atrás y comienza el guion desde cero. En 2018, Del Toro, sufrió otro vuelco con la muerte de su padre, Federico, en Guadalajara. “Eso añadió mucha profundidad en las emociones de esta película, el decir lo breve que es la vida y cómo nos tenemos los unos a los otros solo por un breve momento”, señala un cineasta cuyas cintas han provocado pesadillas hasta con sus historias de amor.




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