Marco Verde devolvió la ilusión al boxeo olímpico de México


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| 10 de Agosto 2024 | 17:57 hrs.

La Jornada En línea

Marco Verde devolvió la ilusión al boxeo olímpico mexicano. Transcurrieron 40 años desde que el último peleador tricolor disputó un título en el cuadrilátero de unos juegos de verano. Hasta ayer en París 2024, cuando El Green, como lo apodan en el barrio de La Montuosa, en Mazatlán, obtuvo la medalla de plata en la categoría de 71 kilogramos.

Peleó con voluntad de ganar, pero el uzbeko Asadkhuja Muydinkhujuaev, quien supo capitalizar la experiencia acumulada por una nación que desde hace más de dos décadas es potencia en el boxeo, ganó por 5-0 en el legendario escenario de Roland Garros.

Todo México tuvo un sueño dorado con Marco Verde. Pero esa plata, que ya estaba asegurada desde que venció en la semifinal, encendió la flama de un país que suele pensar que el boxeo es uno de los deportes más pródigos en resultados. Lo cierto es que desde hace cuatro décadas, el pugilismo tricolor dejó de ser ocupante asiduo de los podios olímpicos.

Antes de Verde, la última vez que un mexicano había disputado una final olímpica de boxeo fue con Héctor López en Los Ángeles 1984, donde se quedó con la medalla de plata. En ese entonces Uzbekistán era parte de la Unión Soviética; hoy este conjunto de repúblicas ya no existe y ese país es independiente y un semillero de campeones olímpicos. Después de aquel subcampeonato, sólo tres bronces se lograron en Seúl 1988, Sidney 2000 y Río 2016. Esa fue la cosecha magra hasta ayer, que el joven del barrio La Montuosa devolvió la ilusión a todo un pueblo.

¿A qué hora va a pelear el mexicano?, se preguntaba la gente con genuino interés en las calles de este país. Había expectativa por la posibilidad de una medalla dorada y muchos no recalaban en la realidad de que el boxeo olímpico tricolor que no ha ganado un título desde 1968, cuando Ricardo Delgado y Antonio Roldán conquistaron los únicos dos oros que tiene el pugilismo en los Juegos.

Marco es hijo de un boxeador olímpico que compitió sin éxito en Barcelona 1992. Por eso el joven mazatleco estaba muy motivado en esta final. No sólo sabía que el país entero estaba ilusionado, sino además tenía una deuda familiar por cumplir en el cuadrilátero de París.

Gennady Golovkin, kazajo bien conocido en México por los combates ante Saúl Canelo Álvarez, dio tres golpes con un báculo para señalar el arranque del combate entre Verde y Muydinkhujuaev, quienes al final fueron premiados por el ídolo del futbol Zinedine Zidane.

Compacto y desafiante

El mexicano parecía más imponente. Tiene 1.80 de estatura y una complexión musculosa que inspira confianza. Era notorio que el uzbeko era más bajo, 1.74, pero lucía una fuerza compacta y desafiante. El campanazo de inicio exhibió por qué el país asiático se convir-tió en semillero de boxeadores olímpicos. Desde el primer oro que ganó Muhammadqodir Abdullayev en Sidney 2000, el pugilismo amateur es un producto de orgullo nacional que se traduce en medallas. En Río de Janeiro 2016, sólo por recordar, los uzbekos conquistaron siete preseas. Para una nación que no está al tanto de la cultura popular de occidente, sus héroes locales tienen aura casi mítica, como Bahodir Jalolov, boxeador doble medallista del mundo y campeón en los Juegos de Tokio 2020, quien convoca multitudes ahí donde aparece.

El primer episodio mostró a un uzbeko bien entrenado en el arte de hacer puntos y contragolpear. A diferencia del boxeo profesional, en el cual se valora el daño y la iniciativa que muestran los contendientes, en la modalidad olímpica lo importante es marcar con golpes claros. Puntuar, le dicen.

Muydinkhujuaev supo dominar en el primer episodio. Puntuaba ante Verde y se escabullía para no ser alcanzado. El mazatleco buscaba el cuerpo para golpear con mayor poder, sacar un poco de ese sazón fajador y fiero que se reconoce en el boxeo mexicano profesional.

Para el segundo episodio, Verde logró meterse más al combate. Cada impacto que lograba sacudían al asiático, pero este sabía que lo importante era marcar, así que con astu-cia lograba su cometido y se esfumaba con hábil juego de piernas.

La desventaja ante los jueces se anticipaba. Verde y su esquina lo sabían. El mexicano salió como quien está dispuesto a dejar todo con tal de revertir la realidad. Si existe un rasgo distintivo del boxeo tricolor este es el que lo representa por encima de cualquier otro. El de Mazatlán se fue a perseguir al uzbeko, quien huía hábil y ágil, con las piernas veloces para acercarse y meter el puño y de inmediato retroce-der de un salto. La réferi tuvo que intervenir para decirle al asiático que no rehuyera tanto al comba-te, que se acercara al menos para demostrar que quería pelear y no sólo cuidar su cuota de puntuación.

Al finalizar el combate, en la esquina del uzbeko sabían que así es como se gana en unos Olímpicos y lo festejaron antes del veredicto. La réferi levantó el puño a Muydinkhujuaev como vencedor; Verde demostró también su entereza deportiva y lo felicitó sin falsas cortesías. El mexicano sabía que lo había intentado con honestidad, pero el rival supo plantear mejor la estrategia.

La medalla de plata de Verde es la número 14 del boxeo olímpico para México, sólo detrás de las 17 con las que cuenta en clavados. Es la cuarta que se consigue de segundo lugar en la historia de los Juegos. Habrá que esperar para que otro tricolor consiga el sueño dorado en el cuadrilátero, pero con Verde recordaron la ilusión olímpica.

Después del combate, el maza-tleco dijo que le emocionaba la idea de haber detenido al país por 15 minutos y que siempre estuvo en mente además que tenía una deuda con su padre y su abuela.

No me voy con mal sabor de boca, él ganó y respeto eso. Al final no me pude llevar la de oro, pero me voy contento, finalizó Verde.



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